Transición ecológica: algunas precauciones antes de volverse eléctrico

Varios argumentos empujan a los gestores de flotas de automóviles (GFA) a avanzar hacia la transición ecológica. Por lo tanto, deben sopesar las ventajas y desventajas de volverse eléctrico. Para garantizar su competitividad, las empresas deben tener en cuenta su impacto ambiental pero también los imperativos relacionados con su campo de actividad.

 

El transporte por carretera es un sector que genera gran parte de los gases de efecto invernadero a nivel mundial. Por lo tanto, es necesario implementar medidas drásticas para reducir las emisiones. Además de las medidas regulatorias a veces un poco agresivas, los gobiernos están introduciendo incentivos y políticas de adopción a favor de los vehículos eléctricos en ciudades de todo el mundo. En California, se firmó un decreto para que este estado se convierta en carbono neutral y pase a producir electricidad con energía 100% renovable para 2045. También en otros lugares, varios países han seguido esta transición ecológica comprometiéndose a prohibir la venta de automóviles equipados con motores de combustión interna ( Noruega en 2025, India en 2030, Francia y Reino Unido en 2040).

Los gestores de flotas de automóviles, por tanto, se sienten obligados a comprometerse a su vez a convertir su flota en más vehículos eléctricos. Y ya no se trata de medidas de exhibición para hacer creer que su flota se está «ecologizando», sino de una marcha decidida hacia un abandono paulatino de las «térmicas». Para ello, deben tener en cuenta varios criterios, entre ellos el impacto real en el coste total de propiedad (TCO), en el medioambiente y en el funcionamiento de la empresa.

Los dos criterios que más preocupan a los gestores de flotas son las consideraciones económicas y la autonomía.

 

Qué preguntas debemos hacernos para poner en marcha estrategias que garanticen una buena transición ecológica:

¿Mis vehículos en mi flota de autos tienen que ser todos eléctricos? De no ser así, ¿cuáles deberían ser sustituidos prioritariamente por vehículos híbridos o 100% eléctricos?

 

¿No es probable que la presión psicológica ejercida por los bonos del gobierno (“Quiero aprovechar esta ganancia inesperada a toda costa”) combinada con el efecto de la “moda” perturbe mi juicio?

¿Será llevadera la transición?

¿Será soportable tanto operativa como económicamente la transición a vehículos más “ecológicos”?

¿Son los vehículos ecológicos tan eficientes como los vehículos convencionales? ¿Y permiten realizar todas las misiones encomendadas a los empleados?

 

¿Cuántos vehículos eléctricos puedo integrar en la flota de automóviles y cuándo?

 

¿Qué modelos de vehículos eléctricos hay disponibles? ¿Y los rangos «anunciados» realmente se observarán en la carretera? ¿Y cuál será, dentro de unos años, el valor residual de estos vehículos una vez que las baterías queden inutilizables?

 

Estas preguntas deben hacerse para construir una estrategia efectiva de adopción de vehículos eléctricos.

La respuesta es mirar los datos reales de su flota y no confiar en su intuición.

De hecho, la prisa excesiva puede tener consecuencias graves para el funcionamiento de la empresa (¡y consecuencias desafortunadas para los propios GFA, demasiado ansiosos por estar al día!). Además, a muchos GFA les resulta muy difícil evaluar el uso real de su flota actual. El kilometraje planificado al adquirir vehículos a menudo se sobreestima o subestima.

Solo una medición precisa del uso del parque vehicular durante algunas semanas puede sustentar la reflexión sobre datos objetivos.

Es aconsejable invertir un poco de tiempo, con expertos en la transición ecológica, para no desviarse en una dirección no adecuada a la situación de su flota.

¡Y no es tan raro!

 

Solo se nos habla de casos en los que todo va maravillosamente bien. Pero esto no es una generalidad. De lo contrario.

un último consejo

Tómate tu tiempo antes de dar el salto. Y obtener ayuda si es necesario. Recuerda que cada flota es diferente.

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